Recuerdo mis épocas de adolescencia y juventud cuando los
domingos la familia en pleno, incluida la abuela, nos dedicábamos a arreglar el
jardín de la casa familiar. Sí, después de un rico desayuno, todos salíamos a
“trabajar” en el jardín. Organizados en parejas cada uno tenía una
responsabilidad y una tarea: desde las más sencillas como recoger la maleza y
otras más complejas como podar o sembrar.
La organización era muy sencilla. Mama era la arquitecta que
diseñaba el jardín. Papa sabía cómo hacerlo e inmediatamente nos poníamos a trabajar.
Siempre en pares: planificábamos las tareas, teníamos una responsabilidad, elegíamos
actividades y estrategias, teníamos metas claras, desarrollábamos cada vez más
destrezas, mejorábamos nuestros métodos, trabajábamos en equipo y al final la
satisfacción de la obra finalizada. Es decir el logro y la recompensa un
delicioso almuerzo. Sin duda un excelente espacio de aprendizaje.
Educación por (mediante) el trabajo es una forma efectiva de educar según C.
Freinet[1]. Entendámonos se trata de educar mediante
el trabajo y no de que los niños y adolescentes trabajen. En el sentido
estricto del término.
La educación que es instructiva donde se prioriza el ver,
oír y registrar en el terreno más o menos abstracto de los temas a aprender; donde en muchos casos se obliga a los alumnos
a “sufrir” y soportar materias y temas por los que no sienten ninguna
inclinación y con ello empujarlos a la pasividad y una incapacidad para actuar.
La escuela no es un lugar de diversión, tampoco debe ser de sufrimiento.
Lo que seguramente distingue a un emprendedor es que hace
que las cosas pasen. Por lo tanto la capacidad de actuar, de hacer, que
desarrollemos en nuestros educandos es fundamental. Para ello debemos utilizar
métodos activos y colaborativos de aprendizaje - enseñanza. La vivencia o, en
educación; un ejercicio estructurado de aprendizaje, permite identificar
comportamientos, habilidades y destrezas en nuestros educandos.
Las ventajas son evidentes. Permite que se tome decisiones, se
asuman y calculen riesgos, se fijen metas, se asuman compromisos, se busquen
resultados óptimos, se hagan alianzas, seamos perseverantes y se busque
resultados óptimos. Si lo logramos la satisfacción es evidente y, sino, la
frustración es manifiesta. Allí es la oportunidad para desarrollar habilidades
emociónales tan importantes en el emprendimiento como el manejo de la
frustración, la perseverancia, la paciencia y la prudencia.
Las habilidades los iniciamos en las tareas cotidianas del hogar con la ayuda de nuestros padres y eso es reconfurtante
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